Poder establecer una comunicación padre e hijo franca y personal resulta especialmente importante en esta época de telecomunicaciones omnipresentes. Los niños actualmente son conscientes de vivir en un mundo hiperconectado a nivel digital, pero no siempre se abren sobre lo que realmente les molesta o sobre sus problemas en su mudo real más cercano. Conocer los detalles sobre sus miedos o preocupaciones cotidianas o en el ámbito escolar puede marcar la diferencia de cara a apoyar a nuestros hijos y guiarlos a través de un mundo académico y social cada vez más difícil. Preocuparnos por establecer formas de hablar con naturalidad con nuestros hijos es un paso significativo para hacerles sentir que realmente nos importan y que estaremos ahí para lo que necesiten.
Explicarles que pueden hablar de todo contigo
Podemos empezar revisando qué estábamos haciendo la última vez que tuvimos una buena conversación con nuestros hijos. Probablemente las respuestas están relacionadas con alguna actividad conjunta: caminar, ir a la escuela, jugar juntos, la hora del baño y, por supuesto, la hora de acostarse. La mayoría de los padres piensa que se supone que hablar se trata de relacionarse profundamente, pero los niños en realidad se abren y se comunican de forma más natural mientras están haciendo otras cosas con sus padres.
Estos tiempos intermedios durante las actividades son una buena manera de que nuestros hijos asuman que pueden hablar de cualquier cosa y en cualquier momento que lo necesiten con sus padres. Es significativo que suelen ser momentos en que los padres y el niño están haciendo algo en conjunto, porque es el modo más explícito de asociar la comunicación a la convivencia cotidiana.
A este respecto es interesante poder crear rituales de conversación. Observemos el estilo de conversación de nuestros hijos. Seguramente hemos oído hablar de estilos de aprendizaje o de atención, pero además los niños tienen estilos de conversación arraigados que no suelen cambiar mucho. Un niño puede ser un animado conversador matutino. Otro apenas dice nada en las mañanas, pero después de la escuela se animan y bromean y hablan sin restricciones. A algunos niños les estimula el intercambio de frases y alguna broma, otros necesitan hablar a un ritmo más pausado y tienden a ir hablando más una vez inician la comunicación; también los hay que no toleran las preguntas directas. La clave de la apertura de la comunicación es estar atentos a cada estilo y adaptarse, no tratar de cambiar lo inmutable, sino respetar los tiempos naturales y las formas de hablar. De este modo podremos crear tiempos efectivos con rituales de conversación en torno a ellos.
Ser comunicativo con ellos
Es importante que la comunicación padre e hijo sea auténtica para que implique respuestas emocionales verdaderas y naturales. No hay que forzar las reacciones ni intentar comportarse como si los padres fueran los terapeutas de sus hijos. Para mantener conversaciones diarias necesitamos estar en contacto habitual con las vidas de nuestros hijos y, simplemente, responder como una persona real en una conversación cotidiana en la que nos sintamos implicados. Son las respuestas genuinas y naturales las que hacen querer continuar y compartir más también en ese acto de comunicación.
Los detalles importan
Si disfrutamos comunicándonos con nuestros hijos, prestaremos atención a lo aparentemente superficial y nos involucraremos con ellos en su cotidianidad. Es a partir de los detalles y de las anécdotas de donde surge el panorama real en el que nuestros hijos viven cada día, y el modo más natural que tienen de compartirlo con nosotros. Muchos niños no van a involucrarse de buena gana en conversaciones que abordan sentimientos o vivencias profundas. Es más eficaz, y mucho más disfrutable, comprometerse con lo cotidiano y superficial, y la mayoría de las veces lo trivial conducirá a un buen retrato de lo que realmente está sucediendo en la vida de los niños.
Esto ayuda también a fomentar lo que se conoce como alfabetización emocional. Ser comunicativo de forma cotidiana ayuda a nuestros hijos a contar su historia de forma de un modo confiado y natural. Ser capaz de contar cualquier cosa sucedida de principio a fin sin desconfianzas hace presente en nuestros hijos que los problemas se resuelven mejor cuando uno puede articularlos con su familia y encontrar soluciones juntos.
Hacerles ver que siempre estás ahí para ellos
Esto es verdaderamente importante en nuestro mundo centrado en los niños. Curiosamente, una forma eficaz de mostrar esto es hablar con ellos también de nosotros mismos. Si queremos que nuestros hijos hablen con nosotros de sí mismos, debemos mostrarles ese camino con nuestro ejemplo. Si hablamos con ellos de nuestro día a día, ellos también nos contarán el suyo. Esto resulta más comunicativo que las preguntas directas sobre su jornada, les hace presente que forman parte de una familia que se apoya mutuamente y mejora la comunicación padre e hijo. Si esta noción sale de modo natural de la convivencia cotidiana, es totalmente posible que nuestros hijos tengan asumido que pueden contar siempre con su familia.
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